Sabemos que el liderazgo en un individuo integra entre otras cualidades, un conjunto de habilidades directivas que pueden influir en la forma de ser de los demás y de la organización. Independientemente que un buen líder no tenga que ser un jefe, esta condición podría ser ventajosa cuando la persona tiene ese nombramiento de autoridad como directivo puesto que ejerce un poder formal que garantiza el influir en las personas construyendo poderosos equipos.
Aunque existen diferentes tipos de liderazgo el fundamentado en los valores está ganando terreno incluso en los temas de gestión: ¿cómo si no se puede tener la capacidad para que la empresa y el personal puedan crecer e impulsarse aumentando niveles de compromiso, rentabilidad y felicidad? Se trataría de construir una cultura empresarial donde día a día se sea congruente con unos valores cuya finalidad reside en una ganancia superior común.
Las nociones de liderazgo fundados en los valores incluyen doctrinas como: el optimismo o esta disposición de esperar lo mejor de todo; aplicado al mundo empresarial se trataría de por ejemplo, dar cabida a todas las ideas surgidas antes de ser filtradas por los razonamientos críticos que no dan oportunidad a algunos conceptos y pensamientos que desparecen, por estar siempre inmersos en nuestros marcos mentales difíciles de ensanchar.
Es así, como existen las reglas de saber escuchar y también esperar, dejando concepciones como el compartimentar el tiempo estando constantemente presionados por nuestras organizaciones que siempre planifican, programan objetivos y horarios.
Otro argumento de la aplicación del “liderazgo zen” hace referencia a la confianza, en este caso, en el lugar de trabajo. Un líder que conoce su poder y sabe de sus valores tenderá a conseguirla porque el trabajador percibe esta capacidad y las intenciones. Se sabe en el fondo, qué esperar. Si los líderes conocen de sus valores y los aplican, erigirán la confianza.
Nuevas reglas se pueden desarrollar en la organización, hemos visto algunos valores como: el optimismo, la paciencia y la espera, la lista de cualidades interiores que pueden impulsar nuestra vida y la de la empresa y hacernos en definitiva, mejores a diario es interminable: la perseverancia, la claridad y el enfoque, la persuasión, la pertenencia, la generosidad, el pragmatismo, la precisión, el cuestionarse y dudar, el afecto, la aceptación, la autenticidad, la decisión, la excelencia, la continuidad,…muchos códigos de conducta éticos que crean poder en nuestras acciones diarias.
En el actual contexto social y económico, independientemente de percibir el liderazgo desde una perspectiva personal o empresarial, hay que pensar en todo el abanico de opciones de desarrollo emocional. Las personas y sus valores forman nuevos líderes con actitudes que ofrecen una maravillosa oportunidad para crear y perseverar empresas sostenibles y sobretodo, mejores.